domingo, enero 29, 2006

Salaces carnes, saladas aguas.


(FOTO: Tumbes, dic 2005, cuna de sal ígnea)


Era la niña que hacía torres de tazas
que derribaban, cegajosos, en jaque los ababoles.
Nunca pasó de edificios de diez u once,
pero los infantiles testigos no sabían contar,
o poseían sólo una decena de dedos trasovados,
de corroídas uñas por líquidos dientes.
Con la arena con que construyó luego los naipes,
que hábilmente dispuestos erigieron un atlántico castillo
desde donde terminó la ustión de las paredes,
rodeada por el mar y los tabarros gofos,
enzurizó desafiante a ambas -carne y agua-
y las retó a inventariar uno a uno los granos.

Aparecí entonces cual sicario,
investido de armígero traje,
cercenando una y otra vez las olas,
telones esgrimidos con inusitada fiereza,
cuyas últimas gotas me despulsaron repentinas,
aunque las de gracia en tazas fueron presas.
Enfrentó entonces ella al neptúnico
con distintas, sucesivas estrategias,
que jamás cansaron a la mórbida masa,
que atribulada en sofismas impune mecíase,
ludiendo incansable los pies de la,
para igualdad de condiciones, recién desnuda.
Hízole entonces el amor al mar,
por lustros, centurias, eones,
desviviendo su juventud, pubesciendo prematura.
Olvidáronse entonces del color sus cabellos,
y grafías diezmáronle la cara en grietas,
y en zubias deveníanle los ya añejos recovecos,
pero inexpugnable siguió el vaivén, los espasmos,
de la vieja carnaza, del aún más viejo rampante;
y condenó al ir y venir para siempre a las mareas,
adictas a un sexo morboso a la vista de todos nosotros,
cada vez que descalzos nos sorbe los pies.

Pazguato enfrenté trémulo acto seguido a los dropes,
que en océano se convirtieron para intimidarme,
los vientos los acompañaron en su intento,
mas demasiado alto quisieron sus olas sublimar
y en lunares mareas tranformáronse las suyas,
no suben, no bajan, no mojan,
cubiles no son de sirenas y escilas
sustento tampoco de gorgonas y pescadores;
de grises arcillas repleto el rostro,
los sepulté en las diez tazas bajo arena.
Volví entonces al mar deshidratado,
osé beber en la undécima y triunfal vasija,
las aguas amantes jadeando contra las rocas,
purulento rescoldo de tan inagotable pasión.
Y me supo a sal otrora dulce manjar,
que cabizbajo tragué con usgo y devoción.

Eran los jugos de la niña que hacía torres de tazas,
adobando el líquido que le sirvió de sudario y falo;
revolcándome en tan concupiscente brebaje,
salé incluso más aquellas apolilladas sábanas,
con un semen indómito ante nuestro encamado trío
y con dos lágrimas regurgitadas desde mis venas...
por la impía cardialgia que nos azotó -a todos, carne y agua-
desde las vaginas de tan salaz numen parido.

Aún se aparean en oleaje y remolinos,
aún mojo a veces mis pies.


(2006)

sábado, enero 14, 2006

La témpora del pábulo cárnico




Cómo me desprendo de estas bandurrias mal tocadas,
será que perdí el dedeo con que iteraba entre tus pliegues,
será que acostumbrado estoy a ti en decúbito supino,
o mefítica sabe ya tu esencia a mi nariz indocta.
No hallaron crepúsculo mis caderas noctámbulas,
a causa de la, durante perpetuos soles, inanición cutánea;
sorbía besos sobre escorchadas dermis,
que repartía luego más esofágicos que estuantes.
Y mientras mecía la columna mal izada,
quise redhibir el pacto de cómplice lascivia,
que atizamos ilusos desgarro tras mordida,
y cuya defección forcé al dejar súbito la cama.
Te retiraste onanista entonces sobre el suelo mojado,
atenuando el rubor de las mejillas, la comezón de los senos,
mientras desiderativo oliscaba yo en mis dedos tu cuello,
a destiempo ávido del sudor bajo tus piernas.


(2006)

domingo, enero 08, 2006

Lenguaje de una concepción


(Delirio de un hombre cegado por la gula del ego)





El pistolero de grandes lenguas
desollados los cueros por poder abrasador
con óxidos verdáceos las éneas armaduras
ignoró las azabaches palomas, los cuervos albinos
tapó del ignífero astro su frente enmohecida
no claudicó ante la ignominia de los traidores
pulió las pulseras de eslabones en vez de desecharlas
que símbolos de su ulterior advenimiento devendrían con los giros
Afeitó sus barbas a mal traer al mediodía
desinfectó las rasgaduras bajo su ceño
abandonó las, en sollozos, ataduras centrípetas
deshollinó los goznes de las piernas y se irguió paciente
mas no fue fatuo el izamiento de los mástiles de hueso y fuerzas
más bien penoso el espectáculo visual y olfativo
más bien posmosas las rodillas en deflexión plástica
más bien levitando sobre los andrajos del cuerpo secular

Y sobrevino entonces una conciencia eminente
fosilizáronse las ramificadas leñas otoñales
fermentó en vino el néctar de las nubes embriagadas
duró miles de segundos emborrachando los suelos el cataclismo
y eclipses de galaxias, erupciones de espacio
metamorfosis materiales, nacimiento de tiempos
egregios ensamblados de energías polivalentes,
y hasta fuegos artificiales escupió antes de dormir
Fue en sueños luego que sembró más cerebros
dejó su adicción al aire para respirar
se comió sus genitales por temor a descendientes
transpiró metal para concluir su fuselaje
fundió armaduras y lenguas, obturóse las bocas
con su orina forjó una escuálida púa congelada
la bala meliflua de pretencioso diseño
con que alimentó su mosquete antes de partir
Desmembró la saeta y virutilló los bordes
fabricó nuevos fuegos de lava nívea
montañas nucleares pero el calor desterrado,
fracturada en cien filos terminó la sagital espina de hielo al rojo vivo
Disparó con furia pero con prudencia algunas rocas
a cada uno de los platinados soldados
desmanteló torretas y portones enchapados
viajó en carriles de fierro, carretas aladas
no guardó en su memoria la necia carnicería
no limpió de sus pies el cieno de los humedales
El adefesio arribó luego a las barnizadas escaleras
y lanzó su inconcebible misil a todos los sectarios reptilescos
y cada vez que destruía una infectada de vileza vida
descuartizaba los residuos para recuperar del mosquete el estornudo
Por momentos volvió a tener ojos y se reflejó en las vísceras
quería llorar pero ya no los soportaba
magnificó la masacre intempestiva
y dejó su última lágrima caer sobre sus manos

Cojeando voló a su cubil el vengador frenético
autoinvistióse de divinidad, se inventó adoradores
festejó en silencio ante la ausencia de hocicos
y la lucidez le alcanzó antes de la última muerte
vació sus intestinos del magnetismo sideral
evaporó la algidez de su neoesencia sobrehumana
ramificó los ejes de una cordura ficticia
puso límites atemporales a la eternidad
vitrificó las estructuras de incubados universos
firmó la erradicación de infantiles creencias
unificó emiratos, separó pangeas y siameses
descentralizó las energías en tangibles elipsoides
se injertó un corazón tejido a mano
y, faltando instantes para nacer, inventó la muerte

Así fue que en paz nació, sobre una roca,
el pistolero de grandes lenguas


(2004)

Rostro carcomido por la luz

Y sonreía mientras devorábale la luz las carnes....