viernes, abril 28, 2006

Suenan mejor en vivo

















Había comenzado a creer que aquellos libros ya no estaban en blanco
Hubo un día de aburrirse de páginas desiertas,
y les vio ahora con ojos dibujados que permitían descifrarlas,
cuencas garabateadas en esmalte, sobre o bajo papel.

Conciencia tomó luego de que eran blancos la tinta y su hamaca,
pues que hasta la piel que le colgaba desde rincones lo era,
también el alba insurrecta, los llenos platos de migajas de gula y euforia,
el pellejo sobre el que se había derramado a gotas y ensueño.

¿Por qué rechazaban luz y luces esos perniles incipientes?
¿Qué acaso los redimía lo impecable de las alfombras, del tul?

Y miren como llegaron aquel día sin saberlo a uno de esos bosques,
tan verde como lo fue, por instantes, la sal de sus sudores.

Tan suya como lo sería si su memoria no se hubiera decolorado,
tan suya como si tuviera el disco en que almacenó los instantes.

Ese puto círculo que no grababa lo sentido,
sólo emulaba vagamente réplicas piratas.


(2006)

sábado, abril 01, 2006

Rebarriendo




Racimos de vino tenía ella sobre las tetas y parafinas,
algunos somos de lo otro de lo uno de lo otro,
no sé qué decir más que lo que quiero,
corriendo a desvestirse, besándose los fuelles.
Por el nivel de jolgorio dirimiría tus dices,
y por filetes de grasa compraría las copas,
o como macerados cánticos vociferábamos las tretas,
políglota de rayas, de ademanes tiesos,
cuidando solo en mi regazo las jaurías
y las ninfas, las arenas en conserva,
los regalos las retinas,
los pezones agrietados, las diuréticas vigilias.
Mirad esos sentimientos de cinéticos adolesceres,
los bailes, los enseres, la rutina de los miasmas;
también el exprimirte es desearte, la fatiga de los días,
doradas presas las de las cajas de madera,
o en las públicas escaleras me pelaba las rodillas,
insurrectas tus posturas en fiesteo de vulpeja.
Nada de palabras, de genuflexiones menos,
en coro de sístoles los corazones,
el golpeteo de los vientres,
lo cortante de las plantas,
los puñetazos en las puertas,
sangrando calentaba el agua,
pero no mi sangre no mis fieras.
Fatigado tras meriendas,
tras entradas de piernas, de tiritas,
tirito sobre tu pelo, bajo las tablas,
de entre tus sedes derramaba
los fangos y diáfanas mieles,
cicatrices estratégicas,
tu mirada tras tus lentes.
Aquél que comía salsas, volaba linajes,
y desechaba los sexos que en realidad necesitaba,
visitaba rostros fláccidos, y alegrías,
de una vieja mártir inconsciente
que en plétora sonreía,
o de nauseabundos amables viejos,
de entre papeles bajo las hojas,
y de insulsos patanes arrugados
cuyas faciales fisuras iban, a veces venían.
Las mías todavía van y vienen,
pero pronto ya se quedarán.
Mirad que ya de tan poco contar de tanto,
me está saliendo otra cabeza más pequeña,
desde la boca de la primera, menos pequeña,
cuya boca cree sí dirá más que ésta.




(2006, fragmento)