jueves, marzo 30, 2006

Un uso más para mi esferómetro




De tanto divagar sobre el infinito
una no creación salió presurosa de mis manos,
emergió sola intentando sonetos,
y de alguna forma fui capaz de verla.
Intocable, invisible, de ambiguos límites,
aprecié los caprichos del no haber;
si osaba atravesarla con uno de los dedos,
éste simplemente salía desde otro lado
y ni siquiera del diametralmente opuesto,
pues en ella no hay, y no hay estructura.
Porque sobre mi mano, aunque no lo crean,
tengo una cápsula de nada, pequeña, tibia,
una bola donde el espacio se desvanece,
tengo el interior limen del final del universo,
un recoveco donde excusa su ausencia el existir,
cuando indignado en realidad -impotente-,
ante la esfera de ser reinada rebelde,
ve estertorosa la muerte limándole los huesos.
Fui entonces y jugué con ella,
la abracé, le di botes,
la enseñé a todos con orgullo
y locura fue lo que vieron.
Mas cuando insolente me invadió el tedio,
vi un niño llorando en cierta esquina,
y a regalarle aquel globo en consuelo me apuré,
al que por instantes muy misoneísta creí.

"No gracias, también tenía yo una,
parece de mentira, porque no es,
y aún así da botes...
Pero es aburrida, ¿no?.
Prefiero una pelota de colores".


(2003)

martes, marzo 28, 2006

Costurera de soledad



Y armonizó andrajos colgantes,
hilvanó cavernas en telares,
trajes de porcelana irguió con los dedos
mientras esperpentos de seda vestía en el rostro.
Inexpugnable su piel a infrasónicas saetas,
su primíparo testigo fue su cobardía,
bañóse en límpidas aguas mas infestadas de tenias,
y jamás bebió el agua que jamás tocó sus poros,
y a veces cató las estelas del río, en sorbos secos,
o aspiró nueces bajo quietas aguas cual ménsulas.
Desnudóse los puños en un par de vigilias,
se zambulló descalzo con blindado torso,
y miró inclusive el agua en una ocasión gracias a grietas en los párpados.
Desvistió los cuerpos sin testigos fehacientes,
memorizó trajes ajenos, de cuerpos enajenados,
a quienes hipnotizó con audífonos inhibidores del oído.
Contentóse con la admiración del temple arquitectónico:
la amplitud de las torres, lo pesado de las armaduras;
y viendo espejos de sí mismo, idóneas amistades,
habló con los demás de su ser, de su ambición de entidad fortificada.
Eligió la máscara de una envestidura de fiestas
y los puños de camisas de fuerza reforzadas,
hitos de burlescas vestimentas hipermnésicas,
o tal vez pliegues excelsos, aunque de tejidos adefesios.
Su desnudez no conoció reflejos,
su esencia mantúvose bajo corchos.

Enterraron sus bordadas apariencias,
en funerales ajenos y partos hemofílicos.
No supo de observadores con ojos,
abandonó tuertos pedestales,
soliloquios recitó eremita,
tratando de encontrarse, absorto.
Padeció inconmensurables vidas,
murió una penosa muerte.


(2005)