Un uso más para mi esferómetro
De tanto divagar sobre el infinito
una no creación salió presurosa de mis manos,
emergió sola intentando sonetos,
y de alguna forma fui capaz de verla.
Intocable, invisible, de ambiguos límites,
aprecié los caprichos del no haber;
si osaba atravesarla con uno de los dedos,
éste simplemente salía desde otro lado
y ni siquiera del diametralmente opuesto,
pues en ella no hay, y no hay estructura.
Porque sobre mi mano, aunque no lo crean,
tengo una cápsula de nada, pequeña, tibia,
una bola donde el espacio se desvanece,
tengo el interior limen del final del universo,
un recoveco donde excusa su ausencia el existir,
cuando indignado en realidad -impotente-,
ante la esfera de ser reinada rebelde,
ve estertorosa la muerte limándole los huesos.
Fui entonces y jugué con ella,
la abracé, le di botes,
la enseñé a todos con orgullo
y locura fue lo que vieron.
Mas cuando insolente me invadió el tedio,
vi un niño llorando en cierta esquina,
y a regalarle aquel globo en consuelo me apuré,
al que por instantes muy misoneísta creí.
"No gracias, también tenía yo una,
parece de mentira, porque no es,
y aún así da botes...
Pero es aburrida, ¿no?.
Prefiero una pelota de colores".
(2003)